Advierte que, como
albacetense, no he evitado arrimar el
ascua a mi sardina… manchega, para descubrir la riqueza culinaria de este
pueblo.
De esta manera, en la
conferencia que pronunció en Albacete el día 29 de octubre, sobre La gastronomía paisana, un lujo no
suficientemente conocido, mencionó algunos viejos platos de nuestra cocina
que bien merecen ser recordados mucho más y formar parte de manera más habitual
de nuestra cocina doméstica y de las cartas de los restaurantes. En la imagen, piña verde, ingrediente de una de las comidas de antaño.
Explicó que la
gastronomía siempre es el reflejo de la actividad, del momento histórico de un
pueblo y de los productos con los que cuenta. Así, en nuestros orígenes, nos
encontramos con una gastronomía de
subsistencia, pastoril y cazadora. “Lo bueno de eso es que el hambre aguza
la inteligencia, y así ha surgido un recetario fantástico”, señaló, del que
encontramos las primeras referencias en El
Quijote.
Por ejemplo, una dulcería sin leche y sin manteca, a
base de vino, de hierbas del campo… la dulcería del subproducto. Y comentó
también Ana Lorente, la manera deliciosa en que eran aprovechadas las yemas por las monjas, en los dulces
que preparaban, yemas que les eran entregadas por quienes utilizaban las claras
de los huevos para el proceso de clarificación del vino en su elaboración.
Y la forma en que
pastores y cazadores elaboraban platos con los que se ha creado una cocina
fantástica: “simplemente, con una cabeza de ajos, un puñado de harina, agua del
monte… y si eras cazador, con una honda capturabas un conejo, y si eras pastor,
quizás podías hacerte con un corderito para la comida”.
Entre los platos que
citó, habló de los gazpachos manchegos,
como ejemplo de aprovechamiento absoluto del agua y la harina. Y de los andrajos, como receta aún más básica e
inteligente, que recordamos como un guiso de judías pintas con la torta de
harina y agua. No hace mucho, el restaurador Cesár Ortega Lehtola, que dirige
el Restaurante Posada Real de Albacete, nos sorprendía con una receta de cocina
de autor basándose en el plato tradicional de los Andrajos, que nos dejó a
todos boquiabiertos, recogida aquí en Albacete
Bienmesabe.
También se refirió Ana
Lorente a los codillos de cordero
guisados a modo pastor, en La Roda. Y en Casas Ibáñez, el Pan Bendito,
(si vas en enero no dejes de probar el
Pan Bendito, por San Antón), que es “la cosa más golosa del mundo, con manteca
y aceite; se coloca sobre unas soletillas de almíbar (jarabe de azúcar) y por
encima la miel”.
Y en cuanto a la Olla de aldea, bromeó Ana Lorente que
ahora, “con tanto desgrasar y desgrasar… ¡a ver si vamos a ser como los médicos
de Sancho Panza!”
Finalmente, esta
gastrónoma también citó las piñas de
pinar verdes, cortaditas en rodajas y metidas en salmuera y vinagre. Al respecto,
he encontrado un estudio muy bueno, del Instituto de Estudios Albacetenses,
correspondiente a las 11ª Jornadas sobre el Medio Natural Albacetense, en el
que aparecen estas piñas, en un capítulo titulado “Las Piñas en Aguasal, un
recurso alimentario insólito en La Manchuela (Albacete y Cuenca)”, de Emilio
Blanco Castro y Manuel López Sánchez, que invito a consultar en:
http://www.iealbacetenses.com/getfile.php?fr=documentos/editorial/II_JormednatAB03.pdf.
http://www.iealbacetenses.com/getfile.php?fr=documentos/editorial/II_JormednatAB03.pdf.
Se concluye en el
citado estudio -que también aborda otros recursos del medio natural para la
cocina, como las setas-, que existe en la comarca de La Manchuela toda una
cultura de la sal y gusto por los sabores salados y acres en la alimentación.
Las piñas en sal o en aguasal se comen de aperitivo, de postre o de merienda,
siendo de gran aprecio por toda la población local. Un alimento con
connotaciones familiares, entrañables, motivo de reunión de las familias en
torno a la casa y la madre. Se recoge también el modo de preparación.
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