De
la cocina tradicional tenemos recetas con ingredientes que son muy asequibles,
tanto para el bolsillo como para las
habilidades de cada cual en el momento de cocinar.
Son
de hacer comidas calóricas, si, pero esto no quiere decir que su ingesta
engorde, y también son muy nutritivas. Tomarlas es un placer, sientan de
maravilla, y antes del placer está siempre la necesidad de alimentarnos bien. Con
estas recetas lo conseguimos, ambas cosas, como tiene que ser.
Me
refiero en esta ocasión a las recetas de ollas: olla podrida, olla de aldea…
tan ricas que se hacen en Albacete y los pueblos de aquí. Tienen un caldo que
es lo mejor y que requiere su aporte de destreza de quien cocina para hacerlo como
es debido, porque hay una técnica que hay que aplicar: el espumado, que
consiste en quitar la espuma que se va formando en la superficie del preparado.
Como
ejemplo, voy a poner la receta de olla que tomé recientemente en una comida
familiar -las ollas para las comidas familiares y/o con amigos en las que nos
juntamos muchos, es buen recurso-. Lleva
esta olla un hueso de jamón con bastante magra, tres rabos, cuello, un
costillar, y medio pie de cerdo, tres trozos de tocino, seis morcillas de orza
y una pechuga de pollo.
Las
medidas son a ojo, tomadas según cálculo de los que nos juntamos a comer. Y
unos tres cuartos de kilo de judías blancas. También lleva cuatro patatas
medianas partidas y dos hojas de cardo. Y un par de cucharadas de aceite de
oliva.
Las
judías blancas se ponen en remojo en abundante agua fría, en la víspera de
hacer la comida. Previamente, también,
cocemos un poco las hojas de cardo, para quitarles el amargor.
La
elaboración consiste en depositar en una olla o puchero, las judías blancas,
los huesos y carnes que he mencionado, también en abundante agua fría y lo
ponemos al fuego. Al calentarse empieza a formar una espuma que hay que
quitarla, con un cucharón o con el cazo, a fin de que obtengamos una olla con
un caldo fino y sustancioso.
Después
añadimos los aromáticos, en este caso una hoja de laurel y las hojas de cardo,
y el aceite de oliva. Y para terminar, las patatas troceadas, para ligar el
caldo, si queremos hacer esta operación para que quede más espeso.
Al
final, cuando se prueba para ver cómo va la judía de cocida y el sabor del
caldo, se le pone sal. La sal, al final de todo, para no llevarnos el disgusto
de que la olla resulte salada. También se le puede añadir alguna pizca de
especias (pimentón dulce, azafrán).
Hay
quien prepara el caldo con los productos cárnicos y finalmente añade judías
blancas ya cocinadas, que se venden en botes de cristal.
El
caldo es importante: obtener un caldo concentrado, clarificado y sin grasa, es
decir, un caldo fino. Y con un sabor… delicioso.
Para
conseguir un buen caldo tienen que ponerse los ingredientes en la olla o
recipiente de cocción, en frío, calentándolos lentamente para que las
sustancias nutritivas se desprendan de éstos, resultando así más sabroso.
Antes
de romper a hervir se forma una capa de espuma grisácea en la superficie, que
hay que eliminar espumando el caldo con un cazo o similar. Junto con la espuma
se quitan las impurezas (dar limpieza y transparencia al caldo). Es una
operación que hay que hacer varias veces, y en cocción lenta.
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